El dia 23 de febrero llegó el día D.
En la habitación, el despertador puesto a las 06:00 y todo
preparado. El día anterior había comido hidratos de carbono
suficientes, pero mi desayuno era escaso, apenas cuatro galletas y un
zumo de melocotón. No obstante, creí que eran suficientes. Una vez
todo listo, me acerqué al Parlamento Sevillano para coger un autobús
lanzadera hacía el Estadio, punto de partida de la maratón. Ahí
había quedado con Emilio, un amigo compañero del club. Llegamos con
suficiente tiempo y acudimos al guardarropa a dejarlo todo.
Ya estábamos listos, foto de rigor y
acudimos a los cajones de salida. Mi tercera maratón, además en
Sevilla, que tiene un color especial. En mi cajón todo perfecto,
mucha gente preparándose y saltando de alegría. Los nervios están
a flor de piel, sólo quedaba escuchar AC/DC y salir a comernos el
asfalto!
Empecé buscando la liebre de 3:15, me
había situado cerca y llevaba el globo, con lo cual sería fácil
reconocerla, pero en dos minutos el globo desaparece y perdí mi
referencia. Me pasé los tres primeros quilometros tratando de
buscarla, aunque no debería andar muy lejos, era complicado entre
tantos corredores, solo se le distinguía por el dorsal. Una vez le
ví, calqué sus tiempos y todo salía según lo previsto. La liebre,
muy charlatana y alocada esta vez, estaba yendo más rápida de lo
debido y, aunque no tenía problemas para seguirla, no creí que
fuese la mejor estrategia. Cerca de la liebre ví a un grupo de
corredores del mismo club que también iban a 3:15 y decidí
seguirles a ellos. Estos, incluso, iban algo más rápidos, pero
parecían más concentrados y me daban tranquilidad. El paso por el
km 10 lo hicé en 44:30 aprox.
Tenía previsto tomarme los geles en
los kms 15,25 y 35, tal y como hice en Tarragona. Al paso del km 15
todo va bien, iba un par de minutos por encima de la referencia
marcada, la cual mantuve hasta el km 21 (tiempo de paso 1:35:00
aprox) pero ahí ya empecé a notar que la gasolina se me estaba
agotando y tenía que bajar el ritmo para poder continuar. Los
siguientes cuatro quilómetros después de la media empecé a sufrir,
mucho, más que cualquier otra vez, teniendo que separarme al lado
derecho y siendo continuamente adelantado por cientos de corredores.
Mi ritmo había bajado en picado y, aunque no lo recuerdo
exactamente, creo que es en el avituallamiento del km 27 dónde
empecé a ponerme andar y pensar si debía abandonar o continuar en
ese estado. Había encontrado el hombre del mazo en toda la frente.
Me olvidé completamente de mi objetivo y tan solo anduve, cabizbajo,
creyendo que había impuesto un ritmo muy alto hasta el momento y que
había sido excesivamente ambicioso. Intenté incorporarme en algunos
momentos, pero al cabo de 1 km, volvía a andar.En el km 30 y 31
acabé marcando dos parciales en 6:20 y 6:47, si hubiera sabido dónde
estaba y como llegar al estadio, probablemente me habría retirado. Ahí va un vídeo del km 30, a mano izquierda de la imagen se me ve llegar andando y pidiendo que me pongan reflex en el isquiotibial.
Empecé a pensar porque estaba en Sevilla. 125 amigos me habían
dado su granito de arena para que yo estuviera allí y no podía
fallarles, tenía que acabar la maratón y ademas, la medalla me
encantaba. También lo mejor del recorrido estaba por hacer. Continué
sumando kms del mismo modo, en algunas ocasiones volviendo a andar,
pero ya iba descontando y empecé a ver la luz al final. Desde el km
25 casi ni miré el reloj, algo que en condiciones normales hago
frecuentemente, y creo que es sobre el km 38 dónde me pasa la liebre
de 3:30. Esa aún mantenía su globo. Me satisfacía pensar que,
habiéndolo hecho tan mal, la liebre me pasará tan tarde e intenté
sacar fuerzas para terminar con un tiempo decente. En el km 40
también ví a Alma Obregón, la famosa presentadora de cupcakes del
programa Divinity, que me pasó como un rayo. Decidí tratar de
terminar con ella, pero llevaba un ritmo de crucero esplendido y me
conformé con darle ánimos y seguir a lo mío. Ella iba a un ritmo
de 5:00 que para mi era excesivo, quien lo iba a decir después de
pasarme en 4:27 los primeros 21 kms.
La entrada al estadio fue genial. Me
sentí muy importante, los últimos 400 m volé, había mucho
público. En ese tramo, ya nadie me adelantaba, es más, alguno que
otro avancé. Pasado el arco de meta, apreté el puño en alto y
celebré haber terminado. Me sentía orgulloso, había sabido
recomponerme y, aunque no había podido batir mi MMP y me pegué un
buen batacazo,volví a ser runner, había vuelto a terminar una
Maratón.
De esta experiencia he sacado varias
conclusiones. La maratón no es una distancia cualquiera, le tienes
que tener mucho respeto. Puedes plantearte correr 10.000 y medias
maratones sin excesivas complicaciones, pero a la Maratón le tienes
que llamar por su nombre y en mayúscula. Espero tenerlo grabado para
todas las próximas participaciones que tenga que hacer. Seguramente
el gran fallo de esta ha sido la preparación y la ambición. Es muy
probable que me falte mucho quilometraje para los retos que me estoy
planteando. Si además, sales excesivamente rápido, en algún
momento la carrera te pondrá en tu lugar. También creo que debía
haber desayunado mucho más, en el momento de la carrera hacía 14
horas de mi última comida, un plato de pasta. Quizás demasiado
tiempo y por eso mi rendimiento decayó tan pronto. Una vez has
terminado ya no puedes rectificarlo, pero se aprende más de las
derrotas y, aunque no me siento derrotado, creo que tengo capacidad
de hacerlo mucho mejor. Lo bueno es que el running no para y en muy
poco tiempo volveré a encontrarme con la distancia de Filipides.
Agradecer a Victory Endurance que me
haya podido tocar un dorsal, sin ellos no hubiera sido posible.
Agradecer a toda la gente que me votó para que me tocase, en medio
día obtuvé más de cien votos y algunos incluso no pudieron
hacerlo. Gracias a mi mujer y a mi madre, ellas colaboraron como
relaciones públicas para armar el jaleo. Y, sobretodo, agradecer a
los voluntarios y al público de la Maratón. La gente no se cansa de
animar y ayudarnos, nosotros muchas veces no somos conscientes, pero
aún recuerdo todos aquellos que en los peores momentos gritaban
“Jordi, tú puedes, no te queda ná!”. Un corredor, dorsal 3967,
me ayudó constantemente a sacar ánimos y continuar. A esa persona,
darle mil gracias también. Ahora en menos de tres semanas volveré a
correr la distancia y podré volver a experimentar mil sensaciones,
pero lo que ha pasado en Sevilla va a quedar grabado en la retina
para siempre. Además, me he jurado volver a correrla y disfrutarla,
esperando que esta vez el hombre del mazo no pasé a visitarme.